domingo, 5 de julio de 2015

Doña María de Molina, algo más que una calle


Su figura aparece con luz propia en la escena política a la muerte de su esposo, Sancho IV el Bravo. Estando enfermo el rey, los nobles marchan con él de Madrid a Toledo, y allí, tras su muerte, juran como sucesor a su hijo Fernando, cuyo juramento realiza en su nombre su madre Doña María.

Los nobles suponían que Doña María era de carácter débil, pero supo demostrar valor, energía y constancia ante innumerables enemigos. Tuvo que enfrentarse a la soberbia de los grandes, a la indocilidad de los pequeños, la confusión y licencia por todas partes, en una época calamitosa desde la sucesión de Alfonso X el Sabio, que todo lo dejó maltrecho en política, que no en el campo de la cultura, de la que fue admirable paladín.

Pese a la dificultad de la situación y tener que hacer frente a todos sus enemigos, logra salvar el reino en los momentos más turbulentos de su historia medieval.

Ella se convierte en símbolo de la unidad y del amor maternal. Su admirable conducta le ganará primero la benevolencia y luego la ayuda de las Cortes, de las ciudades, de los caballeros y de los burgueses. También consiguió el reconocimiento de la validez de su boda (declarado nulo por consaguinidad) por parte del Papa Bonifacio VIII.

Basado en el libro Nueva Historia de Madrid. Descárgalo aquí


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